miércoles, 17 de noviembre de 2010

Era ella.



Estaba sola en el apartamento, miró por la ventana, llovía.
Pudo observar como un perro solitario se refugiaba de la lluvia entre los contenedores.
Se imaginó con 20 años más y en la misma situación, solo que cambiando el término ‘contenedores’ por ‘abrazos de familiares falsos que ni de su nombre se acordaban’.
Decidió bajar a la tienda de la esquina a por café y un poco de helado, siempre le había echo un poco más feliz comerse un bote ella sola. Se dirigió a la habitación, se calzó  y se hizo una coleta en su desarreglado pelo. Iba ya por el segundo andar cuando se encontró de frente con el vecino del 4º, el mismo que volvía a casa con una sonrisa en la cara después de serle infiel a su mujer, cómo siempre, dos o tres veces por semana.
Desde el portal, pudo observar que la lluvia cada vez era más fuerte, y también, que al perro eso ya le despreocupaba, y ahora tenía intenciones más ingeniosas con un gato.
Salió del portal dispuesta a andar, no le importaba mojarse, a fin de cuentas nada en su desastrosa vida podría ir peor. Cruzó recto y pasó por delante de la tienda de discos, miró dentro, allí estaba como todas las tardes de 16:00 a 21:00 el viejo Gonzalo, con su barba perfectamente colocada y sus pequeños ojos grises que escondía tras aquellas enormes gafas. La saludó, y ella fingió una leve sonrisa, agachó la cabeza y siguió andando.
Entró en la tienda, y fue directa a la sección de helados y a la estantería de cafés, se conocía la tienda de memoria, a si que en apenas  2 minutos ya estaba en la caja dispuesta a pagar. A pesar de llevar bastante tiempo en el piso, evitaba ir por esa tienda, no le parecía agradable la mirada de ocho ancianas revisándola de arriba abajo.
 ‘5.50€ por favor’ Sacó la cartera y se dispuso a pagar rápidamente, antes de que la amable, me aclaro, cotilla cajera la acribillase a preguntas. No pudo evitarla, ‘Perdona si me meto donde no me llaman…’ comenzó la cajera, ’pero eres muy guapa, aunque lo serías más si te maquillases un poco’. Ella no pudo evitar mirarla mal, a lo que para intentar arreglar la situación añadió ‘Bueno, eres muy bonita, fijo que tienes un nombre tan bonito como tu cara, y los nombres dicen mucho de las personas’. No esperó por la vuelta, salió corriendo por la puerta, cruzó la calle, llegó a su casa y rompió a llorar,’Mi nombre...’ repetía entre lágrimas. ‘Mi nombre es Soledad’.  

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